[1] El discurso de Antígona
Ante la política actual de Salvini hacia los migrantes, Cristina Morini retoma la figura de Antígona y la idea necesaria de la desobediencia
Por Cristina Morini
La embarcación de la marina americana Trenton socorrió a 40 personas en medio del mar. Los subió a bordo el martes, después de que la balsa que los llevaba volcara frente a las costas de Libia. Pidió apoyo a la nave de la ONG Sea Watch, que la alcanzó llevando comida y mantas, pero que no se pudo hacer cargo de los supervivientes porque no tenía un puerto seguro donde atracar. Roma no lo concedió. Después de dos días, la nave americana se vio obligada a dejar en el mar los cuerpos de los migrantes muertos y a estas horas se dirige hacia Augusta. Transporta a los supervivientes, pero no tiene cámaras frigoríficas y por eso tuvo que abandonar a los muertos entre las olas. La sepultura de estos cuerpos que no cuentan ha sido confiada al Mediterráneo, como tantos otros cuya cuenta ya se nos escapa.
Después de lo que le pasó al Aquarius, las declaraciones sobre la labor que se hace en el mar son cautas y terribles: “No podemos rescatar a los muertos, no tenemos cámaras. Y a los supervivientes lo rescatamos solo si nos asignan, al mismo tiempo, un puerto seguro que no esté alejado más allá de 36 horas de navegación” La prohibición de tocar tierra sobre costas italianas, impuesta por el gobierno de la Lega, genera dudas obvias y obliga a negligencias. El abandono de los cuerpo de los difuntos es considerada una decisión extrema en el derecho del mar, pero las ONGs se sienten amenazadas por Salvini y temen recibir “el mismo tratamiento que el Aquarius”.
He retomado Antígona de Sófocles y releo el discurso en el que se enfrenta al tirano Creonte, después de habar desobedecido el edicto que prohibía la sepultura del cuerpo de su hermano Polinice, considerado un traidor y abandonado como un extranjero a los cuervos y los buitres fuera de los muros de Tebas: “No era Zeus quien había decretado esa prohibición para mí, ni tampoco Diké, compañera de los dioses subterráneos, promulgó nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no he creído yo que tus decretos, como mortal que eres,puedan tener primacía sobre las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron. No tenía, pues, que temer yo, que no temo la voluntad de ningún hombre, que temer que los dioses me castigasen por haber infringido tus órdenes”.
He retomado también a Judith Butler que relee Antígona y afirma: “Hace algunos años empecé a pensar en Antígona al preguntarme qué había pasado con aquellos esfuerzos feministas por enfrentarse y desafiar al Estado. Me pareció que Antígona funcionaba como una contra-figura frente a la tendencia defendida por algunas feministas actuales que buscan el apoyo de la autoridad del Estado o las instituciones para alcanzar los objetivos políticos del feminismo (…). De hecho, encontramos que Antígona es una figura apoyada y defendida por Luce Irigaray que la identifica con el principio del desafío femenino al estatalismo y la convierte en un ejemplo de antiautoritarismo”.
Los tiempos que nos han tocado vivir requieren que encontremos un universo simbólico y de valores donde apoyarnos frente a la dureza y el peligro que implica el desafío al poder y el acto de reinvindicarlo. En estos días, las movilizaciones han sido inmediatas y los alcaldes de algunas ciudades italianas y europeas se han ofrecido a acoger al barco condenado al ostracismo por Salvini. Está naciendo un movimiento de ciudades solidarias (movimento di città solidali). En el día de ayer -debo escribirlo porque encontrar palabras que apoyen los actos es fundamental y lo único que tiene que asustarnos es el aniquilamiento– escuché al Papa denunciar, de modo explícito, el horror de estos momentos, especialmente creado para generar miedo al otro, al pobre: “gente portadora de inseguridad, inestabilidad y desorientación en lavida cotidiana, por lo tanto, gente a rechazar y mantener alejada”. Francisco acusó a “nuestro ser tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse en el espejo y cuidar sobremanera de nosotros mismos, creyendo que un gesto altruista puede ser suficiente sin un compromiso directo”.
Comprometerse directamente. Actuar. Sabemos desde hace un tiempo que los cambios que se requieren –y se requerirán cada vez más- implican una revolución que pasa, antes de todo, por cada una y cada uno de nosotras y nosotros. Michel Foucault nos puso en guardia frente al enemigo recurrente que podíamos encontrarnos delante (y dentro): “el adversario estratégico: el fascismo (…). Y no tanto el fascismo histórico de Hitler y Mussolini, que supo movilizar y utilizar bien el deseo de las masas, sino también el fascismo que está en nosotros, que es dueño de nuestro espíritu y de nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, deseando lo que domina y explota. ¿Cómo liberar nuestros discursos y actos, nuestros corazones y nuestros deseos del fascismo? ¿Cómo limpiar el fascismo que está incrustrado en nuestro comportamiento?”, se pregunta Foucault
Revertir la legitimación del discurso del odio. Revertir la “obediencia promiscua” a los valores aberrantes. Reconocer y valorar las relaciones que mantenemos ya, en los espacios, en los barrios, en las existencias comunes, con los otros y las otras. Las experiencias materiales entre los cuerpos que inervan la realidad cotidiana y están mucho más avanzadas que la mentalidad obtusa de los gobernantes. Reconocer que la precariedad y la pobreza que produce el poder es idéntica en una parte y la otra del mar. Reforzar las redes disidentes.
Y aquí aparece la raíz de la reivindicación de Antígona: “Todos aquellos que están aquí me aprobarán, si el temor no frena la lengua. Pero la tiranía tiene, entre otras muchas ventajas, la de hacer o decir lo que quiere». Estamos carcomidos por nuestra soledad, por la espiral de silencio generado por el mecanismo de la precariedad, que impone el “vivir quieto” individualista pero no produce paz alguna, ni siquiera un leve alivio.
Creonte acosa a Antígona: “¿No te da vergüenza querer ser diferente de ellos?”
Nace, una vez más, hoy mismo y aquí mismo, la idea necesaria de la desobediencia y del coraje, que es también la del orgullo de encarnar una idea diferente del mundo y de las relaciones sociales. Debe denunciarse el problema ético y político de este país que se desplaza hacia la deshumanización, no queriendo acoger ni a los vivos ni a los muertos. No aceptar, no habituarse al horror, teniendo presente que esto ha pasado ya y que no se puede volver a correr el riesgo de ser cómplices. Rechazar ritualizar la catástrofe, permaneciendo como espectadores y espectadoras desde la orilla; encontrar, por el contrario, palabras y acciones para imaginar y construir un epílogo diferente. En primer lugar, entender y así combatir las actitudes que normalizan y nos llevan a aceptar las diferencias sociales y las múltiples injusticias, refugiándonos en una farsa de tranquilidad “que no basta para hacer buena una vida mala” (Liana Borghi)
https://www.eldiario.es/interferencias/Carola_Rackete_6_915918406.html
Cristina Morini es intelectual y activista italiana. En castellano ha escrito Por amor o por la fuerza sobre la feminización del trabajo. Este artículo apareció por primera vez en la revista digital Effimera.
Traducción: Lola Matamala
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SUMARIO:
[1] El discurso de Antigona, por Cristina Morini
[2] La capitana del ‘Sea Watch 3’ queda en libertad tras comparecer ante la juez, por Daniel Verdú
[3] Oh, capitana, mi capitana, por Joaquín Urías
[4] Trasladan a la capitana del Sea Watch a «lugar seguro» tras recibir amenazas, por EFE
[5] Antigona (fragmento), de Sófocles
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[2] La capitana del ‘Sea Watch 3’ queda en libertad tras comparecer ante la juez
La magistrada rechaza el delito de «resistencia y violencia a una nave de guerra» del que Carola Rackete había sido acusada y señala que cumplió con su deber
Carola Rackete, tras su arresto en Porto Empedocle. GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS) / EPV
Por Daniel Verdú
https://elpais.com/internacional/2019/07/02/actualidad/1562094157_265245.html
La justicia en Italia no tiene la misma opinión que el Ministerio del Interior en la cuestión del rescate marítimo a migrantes. Carola Rackete, la capitana de la nave humanitaria Seawatch 3, arrestada por entrar en territorio italiano con 40 migrantes a bordo y llevar a cabo una maniobra que desobedeció a las autoridades portuarias de Lampedusa el pasado sábado, ha quedado este martes en libertad. Los cargos que le imputaba la fiscalía de Agrigento de resistencia o violencia contra una nave de guerra han quedado desestimados. El ministro del Interior, Matteo Salvini, ha perdido así una importante batalla pública para respaldar su política de puertos cerrados y criminalización de las ONG.
Per la magistratura italiana ignorare le leggi e speronare una motovedetta della Guardia di Finanza non sono motivi sufficienti per andare in galera. pic.twitter.com/tPdpo7b7kg
— Matteo Salvini (@matteosalvinimi) July 2, 2019
Salvini, principal valedor de su detención, reaccionó al instante. «Para la justicia italiana ignorar las leyes y estrellar una patrullera de la Guardia de Finanzas no son razones suficientes para ir a la cárcel», escribió en su cuenta de Twitter. «Me avergüenzo de que se permita en este país que llegue el primer delincuente del extranjero, desobedezca las leyes y ponga en riesgo a los militares. Una pésima señal, señor juez», añadió.
La organización Sea Watch ha mostrado su felicidad por la liberación de Rackete: «Nos sentimos aliviados de que nuestra capitana haya quedado libre. No había ninguna razón para arrestarla porque solo defendía los derechos humanos en el Mediterráneo». El llamado decreto Seguridad Bis aprobado por el Gobierno de Italia establece que cualquier ONG que entre en aguas territoriales sin el permiso correspondiente puede ser multada con hasta 50.000 euros y 15 años de cárcel. Pero Rackete, mientras tronaban las amenazas de Matteo Salvini en todos los megáfonos de los que dispone el ministro del Interior, puso rumbo la semana pasada al puerto.
Wir sind erleichtert, dass unsere Kapitänin frei ist! Es gab keinen Grund, sie festnehmen zu lassen, da sie sich lediglich für Menschenrechte im Mittelmeerraum eingesetzt und Verantwortung übernommen hat, wo keine europäische Regierung es tat. #FreeCarolaRackete #CarolaRackete
— Sea-Watch (@seawatchcrew) July 2, 2019
Rackete permaneció casi 72 horas en arresto domiciliario entre Lampedusa -custodiada por una señora de 74 años- y Agrigento. Italia decidió detenerla la madrugada del sábado después de que atracase la nave sin autorización en el puerto de la isla con 40 migrantes a bordo. Desde el Ministerio del Interior, tal y como anunció Matteo Salvini, tenían preparado una petición de expulsión para que Rackete no pudiese permanecer en Italia ni un minuto más de la cuenta si quedaba en libertad. Sin embargo, la juez no piensa firmarla hasta, como pronto, el 9 de julio.
Rackete se ha convertido ya en el símbolo en torno al cual se divide Italia. La mitad del país considera, como el propio Salvini, que la capitana es una taxista de inmigrantes y que debe cumplir condena en una cárcel italiana. La otra parte la ha convertido en la imagen de la resistencia a la deriva xenófoba y autoritaria de un Estado que encarcela a quienes salvan vidas en el mar Mediterráneo y se plantea ya la construcción de muros en el norte del país. La división alcanza incluso al seno del Gobierno, donde cada vez más voces del Movimiento 5 Estrellas, como el presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Fico, critican la posición extremista de la Liga.
La capitana, además, ha abierto el enésimo conflicto diplomático entre Italia y dos de sus socios comunitarios: Francia y Alemania. El presidente germano, Frank-Walter Steinmeier, se sumó este domingo a las críticas a la detención, una postura generalizada en gran parte de la sociedad. «Italia no es un país cualquiera. Italia está en el centro de la Unión Europea y, por tanto, podemos esperar que un país como Italia maneje el caso de una manera distinta». Las críticas de Steinmeier por la detención de Rackete se unen a las realizadas por la portavoz del Gobierno y por el ministro de Exteriores, Heiko Maas, quien escribió en su cuenta de Twitter: «Desde nuestro punto de vista, tras el procedimiento legal debido, solo puede producirse la liberación de Carola Rackete. Eso es lo que le volveré a dejar claro a Italia». Y así ha sido finalmente.
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[3] ¡Oh capitana, mi capitana!
Por Joaquín Urías
El 29 de junio de 2019, Carola Rackete, capitana del barco de salvamento Sea Watch 3, dio la orden de enfilar hacia el puerto de Lampedusa, en Sicilia. La nave llevaba más de dos semanas dando vueltas por aguas internacionales con 42 náufragos a bordo sin que ningún país le permitiera el atraque. Sesenta horas antes había declarado el estado de emergencia ante el deterioro de la situación humanitaria de los rescatados.
El Sea Watch 3 finalmente forzó su atraque en el muelle, que fue recibido con aplausos por grupos de vecinos de la ciudad. Terminado este, la policía italiana subió a bordo y bajó detenida a Carola. Mientras caminaba, escoltada por la Guardia di Finanza, otro grupo de vecinos proferían una sarta de insultos contra la capitana. Entre ellos se pudo oír: “Ojalá te violen los negros”, “gitana, cornuda”, “te gustan las pollas negras”.
Ante el escándalo, una representante de la Liga –el partido del ministro Matteo Salvini que había convocado el acto de protesta contra los náufragos y sus rescatadores– condenó las expresiones sexistas; argumentó que algunos de los que gritaron estaban borrachos y enfadados porque los inmigrantes molestaban a sus novias. Reconoció entonces que quizás alguno de ellos había exagerado, pero recordó que la capitana estaba vulnerando las leyes italianas.
La imagen de una persona que acaba de salvar la vida a un grupo de náufragos insultada y humillada de esta forma es tremendamente chocante. ¿En qué momento lo que debía ser el recibimiento triunfal a una heroína se convirtió en este aquelarre de insultos y rechazo? El origen hay que buscarlo en una descomunal campaña de desinformación destinada a convencer a los ciudadanos europeos de que todo su bienestar está en peligro a causa de un puñado de hambrientos que enfilan sus costas en barcas hinchables.
La realidad es tozuda, pero no le importa a nadie. La cifra de inmigrantes en España lleva siete años cayendo. Casi el 70% de ellos son europeos o latinoamericanos. El número de inmigrantes llegados en patera es un porcentaje bajísimo del total y entre los refugiados, la inmensa mayoría de los que piden asilo en España no son africanos ni sirios, sino venezolanos, seguidos de colombianos. Las cifras demuestran que la inmigración irregular a través del Mediterráneo es el menor de los problemas españoles. Pero la poderosa imagen de los cuerpos hacinados en barcos o temblando en el puerto de Motril, bien utilizada políticamente, está creando la sensación de que es un problema mayor y que hay que cerrar los puertos.
La misma manipulación sucede en Italia y por toda Europa. En Polonia los musulmanes son el 0,1% de la población, poco más de treinta mil personas, incluyendo minorías nacionales que llevan desde siempre ahí, como los tártaros. Sin embargo, tras multitudinarias manifestaciones contra la islamización de la sociedad a causa de la inmigración descontrolada el Gobierno polaco consiguió sus más altas cotas de popularidad cuando se enfrentó a la Unión Europea con el lema “no vamos a recibir a ni un solo refugiado musulmán”.
En realidad, la única oleada que estamos sufriendo en Europa es la de los xenófobos que se aprovechan de un miedo falso para llegar al poder. Salvini o Vox son sólo los ejemplos más cercanos. Se trata de asustar a la población, de crear temor u odio al extranjero o al diferente y con eso ganar elecciones y mandar. Los daños colaterales son las vidas que se pierden en el Mediterráneo. El precio para el crecimiento de los partidos de derecha radical es que mueran personas, miles y miles de personas, en el mar.
Bajo esta presión, hace poco más de un año, la Unión Europea redujo la zona de rescate marítimo asignada por las normas internacionales a Italia. Le atribuyó el rescate a Libia, un país en plena guerra civil en el que está demostrado que los inmigrantes son torturados y esclavizados y todas las mujeres violadas. A continuación, la Unión Europea retiró todos los barcos de guerra, algunos españoles, que se dedicaban al rescate de inmigrantes. Lo último ha sido prohibir también los barcos privados de ONGs. Intentan acabar con la imagen de náufragos negros o musulmanes desembarcando en los puertos italianos. Como ellos, desesperados por la guerra o el hambre, no dejan de salir el resultado es un dramático ascenso de las personas que se ahogan cada día en el Mediterráneo. En 2018 las cifras oficiales contabilizaron casi tres mil muertos en el mediterráneo. La cifra real nunca se conocerá. Es un auténtico genocidio, auspiciado por la UE y apoyado por gobiernos radicales como el italiano, pero también por los supuestamente progresistas como el español.
Por eso, quien no apoye a las pocas personas valientes que jugándose la vida y la prisión desafían las normas injustas y salvan a los náufragos, está apoyando que mueran. No hay posturas intermedias. Quien no aplaude a Carola Rackete, está con los que la insultan. En materia de derechos humanos no hay lugar para matices. O se pone todo el esfuerzo en salvar la vida de personas en el mar y llevarlas a un puerto seguro, o se es cómplice en su muerte. Frente a una persona torturada, violada, a punto de morir en el mar por haber nacido en el país equivocado sólo cabe la solidaridad. El resto es barbarie. Cualquier duda, cualquier matiz tendente a suavizar nuestra defensa de la vida de seres humanos en peligro es una pendiente por la que nos deslizamos hacia la inhumanidad más absoluta.
Quienes repiten como un mantra que ellos sólo están en contra de la inmigración desordenada, son los mismos que nos gritan que metamos a los inmigrantes en nuestras casas, los mismos que dicen que los barcos de rescate son aliados de las mafias y los que piden que se cierren los puertos. Y todos ellos son cómplices de asesinato y denegación de auxilio. Están colaborando con la masacre de quienes huyen de la guerra y la miseria. Cada día mueren personas en ese mismo mar en el que en vacaciones iremos a bañarnos. Y no mueren por la mala suerte ni porque ellos se lo hayan buscado. Mueren porque hay ciudadanos y ciudadanas de orden, muchos de ellos de misa semanal, que presionan para que nadie los rescate.
Hemos llegado, casi sin darnos cuenta, a la máxima degradación moral en la que puede caer el ser humano. La insensibilidad ante la muerte masiva de personas. Los insultos bufos y los chascarrillos casposos frente a seres humanos que intentan nadar en mitad de la nada antes de comenzar a tragar agua y hundirse para siempre.
Este verano centenares de miles de españoles en bermudas o bikini, con una cerveza o un tinto de verano en la mano, antes de meterse en el mar pensarán una vez más que no es culpa suya si acaban de ahogarse cien negros o cien moros más. Es mentira. Se meterán en un mar lleno de cadáveres de niños y de embarazadas. Intentando convencerse de que no son culpables. Pero lo son. Algunos de ellos, mientras se queman la barriga al sol, también pensaran que la tal Carola Rackete es una zorra. Pero no. Es una heroína valiente que se deja la piel y la vida para salvar las vidas que todos ellos han condenado.
Aquí no hay matices. O se lucha por salvar la vida de miles de personas o se colabora en su asesinato. Carola Rackete es el mejor ejemplo para una Europa que pierde la humanidad. Quienes no se emocionan ante esta capitana (¡oh capitana, mi capitana!), y ante todos los que a diario desafían al poder para salvar vidas, son cómplices de asesinato. Ustedes sabrán.
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CAROLA RACKETE
[4] Trasladan a la capitana del Sea Watch a «lugar seguro» tras recibir amenazas
Carola Rackete, que fue puesta en libertad anoche, ha sido trasladada por recibir algunas amenazas. Ruben Neugebauer, portavoz de la organización no ha precisado si sigue estando en Italia, aunque sí ha confirmado que «se encuentra bien».
La capitana del barco de la ONG Sea Watch, Carola Rackete, ha sido trasladada a un «lugar seguro» tras haber recibido «amenazas«, según ha declarado hoy en Berlín a Efe un portavoz de la organización que no quiso precisar en dónde se encuentra en estos momentos.
«Hubo algunas amenazas», dijo Ruben Neugebauer, quien agregó que Rackete, de 31 años, «se encuentra bien«, aunque preguntado sobre si todavía está en Italia no quiso precisar el lugar en el que se encuentra.
La capitana del barco de Sea Watch puesta en libertad el martes a última hora, después de ser arrestada en Italia por llevar sin permiso a 40 migrantes que había salvado en el Mediterráneo central al puerto italiano de Lampedusa (sur).
Rackete fue acusada de resistencia o violencia contra nave de guerra y de intento de naufragio por haber chocado contra una patrulla de la Guardia de Finanzas (policía de fronteras italiana) durante el atraque en la isla de Lampedusa.
La decisión de la Justicia italiana es «una gran victoria para la solidaridad»
El barco había rescatado el 12 de junio a 53 inmigrantes frente a Libia, trece de los cuales fueron desembarcados días después por razones médicas, y el restó permaneció a bordo mientras ningún Estado admitía el atraque de la embarcación.
El pasado 26 de junio Rackete decidió entrar sin permiso en aguas italianas en contra de la orden del ministro italiano de Interior, Matteo Salvini, aunque no consiguió llegar a puerto porque fue interceptada por la Guardia de Finanza.
Finalmente el pasado sábado el barco atracó en el puerto de esa isla italiana situada al suroeste de Sicilia, frente a la costa de Túnez, y en la operación de atraque golpeó a una embarcación de la Guardia di Finanza.
Anoche, tras ser puesta en libertad, Rackete declaró que la decisión de la justicia italiana es «una gran victoria para la solidaridad» con los migrantes y refugiados y en contra de los que «criminalizan a quienes los rescatan en muchos países de Europa».
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[5] ANTÍGONA (fragmento)
Por SÓFOCLES
En la mitología griega, Antígona es hija de Edipo y Yocasta y es hermana de Ismene, Eteocles y Polinices. Acompañó a su padre Edipo (rey de Tebas) al exilio y, a su muerte, regresó a la ciudad.
En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran constantemente combatiendo por el trono de Tebas, debido a una mal dición que su padre había lanzado contra ellos. Se suponía que Eteocles y Polinices se iban a turnar el trono periódicamente, pero, en algún momento, Eteocles decide quedarse en el poder después de cumplido su período, con lo que se desencadena una guerra, que concluye con la muerte de los dos hermanos en batalla, cada uno a manos del otro, como decía la profecía. Creonte, entonces, se convierte en rey de Tebas y dictamina que, por haber traicionado a su patria, Polinices no será enterrado dignamente y se dejará a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros. (Este mito es contado en la tragedia Los siete contra Tebas de Esquilo.)
En la obra de Sófocles, Antígona cuenta a su hermana Ismene que Creonte, impone la prohibición de hacer ritos fúnebres al cuerpo de Polinices, como castigo ejemplar por traición a su patria. Antígona pide a Ismene que le ayude a honrar el cadáver de su hermano, pese a la prohibición de Creonte. Ésta se niega por temor a las consecuencias de quebrantar la ley. Antígona reprocha a su hermana su actitud y decide seguir con su plan. Posteriormente, un guardián anuncia que Polinices ha sido enterrado, sin que ningún guardián supiera quién ha realizado esa acción. El coro de ancianos cree que los dioses han intervenido para resolver el conflicto de leyes, pero Creonte ordena que el cuerpo de Polinices sea desenterrado. Pronto se descubre que Antígona era quien había enterrado al cuerpo, pues intenta una vez más enterrarlo y realizar los ritos funerarios, pero es capturada por los centinelas. Antígona es llevada ante Creonte y explica que ha desobedecido porque las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas.
Además se muestra orgullosa de ello y no teme las consecuencias. Antígona es condenada a muerte. Será encerrada viva en una tumba excavada en roca.
El hijo de Creonte, Hemón, se ve perjudicado por la decisión de su padre, ya que Antígona es su prometida. Señala a su padre que el pueblo tebano no cree que Antígona merezca la condena a muerte y pide que la perdone. Creonte se niega a ello. Antígona va camino a su muerte y, si bien no se arrepiente de su acción, ha perdido la altivez y resolución que mostraba antes, al dar muestras de temor ante su muerte. La humanización de Antígona resalta el dramatismo del momento.
El adivino y ciego Tiresias interviene para señalar a Creonte que los cuervos y los perros arrancan trozos del cadáver de Polinices y los dejan en los altares y los hogares, prueba de que los dioses muestran señales de cólera. Acusa a Creonte de imprudente y vaticina que al guien de la sangre de Creonte pagará sus errores con su muerte.
Creonte, ante las profecías de Tiresias, cede y se dispone a rectificar sus faltas. Decide, junto con los guardianes, ir a liberar a Antígona del sepulcro donde había sido encerrada, pero ésta se ha quitado la vida ahorcándose. A su lado, Hemón se había suicidado clavándose una espada tras encontrar a su prometida muerta. Creonte aún tiene que soportar otra desgracia más, pues al volver a palacio con su hijo muerto en brazos, recibe la noticia de que su esposa Eurídice también se ha suicidado al conocer las noticias.
El coro finaliza con un llamado a obrar con prudencia y respetar las leyes divinas.
Los honores fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente. Por tal razón, Antígona decidió enterrar a su hermano y realizar sobre su cuerpo los correspondientes ritos, aunque con ello se rebelaba contra Creonte. |
Personajes:
Antígona, hija de Edipo. Ismene, hija de Edipo. Creonte, rey, tío de Antígona e Ismene Eurídice, reina, esposa de Creonte. Hemón. Hijo de Creonte. Tiresias, adivino, anciano y ciego. Un guardián. Un mensajero. Coro de ancianos nobles de Tebas, presididos por el CORO. |
***
CREONTE.
Pero, ésta que me traes, ¿de qué modo y dónde la apresasteis?
GUARDIÁN.
Estaba enterrando al muerto: ya lo sabes todo.
CREONTE.
¿Te das cuenta? ¿Entiendes cabalmente lo que dices?
GUARDIÁN.
Sí, que yo la vi a ella enterrando al muerto que tú habías dicho que quedase insepulto: ¿o es que no es evidente y claro lo que digo?
CREONTE.
Y cómo fue que la sorprendierais y cogierais en pleno delito?
GUARDIÁN.
Fue así la cosa: cuando volvimos a la guardia, bajo el peso terrible de tus amenazas, después de barrer todo el polvo que cubría el cadáver, dejando bien al desnudo su cuerpo ya en descomposición, nos sentamos al abrigo del viento, evitando que al soplar desde lo alto de las peñas nos enviara el hedor que despedía. Los unos a los otros con injuriosas palabras despiertos y atentos nos teníamos, si alguien descuidaba la fatigosa vigilancia. Esto duró bastante tiempo, hasta que se constituyó en mitad del cielo la brillante esfera solar y la calor quemaba; entonces, de pronto, un torbellino suscitó del suelo tempestad de polvo -pena enviada por los dioses- que llenó la llanura, desfigurando las copas de los árboles del llano, y que impregnó toda la extensión del aire; sufrimos aquel mal que los dioses mandaban con los ojos cerrados, y cuando luego, después de largo tiempo, se aclaró, vimos a esta doncella que gemía aguda mente como el ave condolida que ve, vacío de sus crías, el nido en que yacían, vacío. Así, ella, al ver el cadáver desvalido, se estaba gimiendo y llorando y maldecía a los autores de aquello. Veloz en las manos lleva árido polvo y de un aguamanil de bronce bien forjado de arriba a abajo triple libación vierte, corona para el muerto; nosotros, al verla, presurosos la apresamos, todos juntos, en seguida, sin que ella muestre temor en lo absoluto, y así, pues, aclaramos lo que antes pasó y lo que ahora; ella, allí de pie, nada ha negado; y a mí me alegra a la vez y me da pena, que cosa placentera es, sí, huir uno mismo de males, pero penoso es llevar a su mal a gente amiga. Pero todas las demás consideraciones valen para mí menos que el verme a salvo.
CREONTE (a Antígona)
Y tú, tú que inclinas al suelo tu rostro, ¿confirmas o desmientes haber hecho esto?
ANTÍGONA.
Lo confirmo, sí; yo lo hice, y no lo niego.
CREONTE. (Al guardián.)
Tú puedes irte a dónde quieras, ya del peso de mi inculpación. (Sale el guardián).
Pero tú (a Antígona) dime brevemente, sin extenderte; ¿sabías que estaba decretado no hacer esto?
ANTÍGONA.
Sí, lo sabía: ¿cómo no iba a saberlo? Todo el mundo lo sabe.
CREONTE.
Y, así y todo, ¿te atreviste a pasar por encima de la ley?
ANTÍGONA.
No era Zeus quien me la había decretado, ni Diké, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron. No iba yo a atraerme el castigo de los dioses por temor a lo que pudiera pensar alguien: ya veía, ya, mi muerte -y cómo no?-, aunque tú no hubieses decretado nada; y, si muero antes de tiempo, yo digo que es ganancia: quien, como yo, entre tantos males vive, ¿no sale acaso ganando con su muerte? Y así, no es, no desgracia, para mí, tener este destino; y en cambio, si el cadáver de un hijo de mi madre estuviera insepulto y yo lo aguantara, entonces, eso sí me sería doloroso; lo otro, en cambio, no me es dolo- roso: puede que a ti te parezca que obré como una loca, pero, poco más o menos, es a un loco a quien doy cuenta de mi locura.
CORO
Muestra la joven fiera audacia, hija de un padre fiero: no sabe ce er al infortunio.
CREONTE (Al coro.)
Sí, pero sepas que los más inflexibles pensamientos son los más prestos a caer: Pues el hierro que, una vez cocido, el fuego hace fortísimo y muy duro, a menudo verás cómo se resquebraja, lleno de hendiduras; sé de fogosos caballos que una pequeña brida ha domado; no cuadra la arrogancia al que es esclavo del vecino; y ella se daba perfecta cuenta de la suya, al transgredir las leyes establecidas; y, después de hacerlo, otra nueva arrogancia: ufanarse y mostrar alegría por haberlo hecho. En verdad que el hombre no soy yo, que el hombre es ella si ante esto no siente el peso de la autori dad; pero, por muy de sangre de mi hermana que sea, aunque sea más de mi sangre que todo el Zeus que preside mi hogar, ni ella ni su hermana podrán escapar de muerte infamante, porque a su hermana también la acusó de haber tenido parte en la decisión de sepultarle.
(A los esclavos.) Llamadla.
(Al coro.)
Sí, la he visto dentro hace poco, fuera de sí, incapaz de dominar su razón; porque, generalmente, el corazón de los que traman en la sombra acciones no rectas, antes de que realicen su acción, ya resulta convicto de su arteria. Pero, sobre todo, mi odio es para la que, cogida en pleno delito, quiere después darle timbres de belleza.
ANTÍGONA.
Ya me tienes: ¿buscas aún algo más que mi muerte?
CREONTE.
Por mi parte, nada más; con tener esto, lo tengo ya todo.
ANTÍGONA
¿Qué esperas, pues? A mí, tus palabras ni me placen ni podrían nunca llegar a complacerme; y las mías también a ti te son desagradables. De todos modos, ¿cómo podía alcanzar más gloriosa gloria que enterrando a mi hermano? Todos éstos, te dirían que mi acción les agrada, si el miedo no les tuviera cerrada la boca; pero la tiranía tiene, entre otras muchas ventajas, la de poder hacer y decir lo que le venga en gana.
CREONTE.
De entre todos los cadmeos, este punto de vista es solo tuyo.
ANTÍGONA.
Que no, que es el de todos: pero ante ti cierran la boca.
CREONTE.
¿Y a ti no te avergüenza, pensar distinto a ellos?
ANTÍGONA.
Nada hay vergonzoso en honrar a los hermanos.
CREONTE.
¿Y no era acaso tu hermano el que murió frente a él?
ANTÍGONA.
Mi hermano era, del mismo padre y de la misma madre.
CREONTE.
Y, siendo así, ¿cómo tributas al uno honores impíos para el otro?
ANTÍGONA.
No sería ésta la opinión del muerto.
CREONTE.
Si tú le honras igual que al impío…
ANTÍGONA.
Cuando murió no era su esclavo: era su hermano.
CREONTE.
Que había venido a arrasar el país; y el otro se opuso en su defensa.
ANTÍGONA.
Con todo, Hades requiere leyes igualitarias.
CREONTE.
Pero no que el que obró bien tenga la misma suerte que el malvado.
ANTÍGONA
¿Quién sabe si allí abajo mi acción es elogiable?
CREONTE
No, en verdad no, que un enemigo… ni muerto, será jamás mi amigo.
ANTÍGONA.
No nací para compartir el odio sino el amor.
CREONTE
Pues vete abajo y, si te quedan ganas de amar, ama a los muertos que, a mí, mientras viva, no ha de mandarme una mujer. Se acerca Ismene entre dos esclavos.
CORO.
He aquí, ante las puertas, he aquí a Ismene; Lagrimas vierte, de amor por su hermana; una nube sobre sus cejas su sonrosado rostro afea; sus bellas mejillas, en llanto bañadas.
CREONTE. (A Ismene)
Y tú, que te movías por palacio en silencio, como una víbora, apurando mi sangre… Sin darme cuenta, alimentaba dos desgracias que querían arruinar mi trono. Venga, habla: ¿vas a decirme, también tú, que tuviste tu parte en lo de la tumba, o jurarás no saber nada?
ISMENE
Si ella está de acuerdo, yo lo he hecho: acepto mi responsabilidad; con ella cargo.
ANTÍGONA.
No, que no te lo permite la justicia; ni tú quisiste ni te di yo parte en ello.
ISMENE
Pero, ante tu desgracia, no me avergüenza ser tu socorro en el re- mo, por el mar de tu dolor.
ANTÍGONA.
De quién fue obra bien lo saben Hades y los de allí abajo; por mi parte, no soporto que sea mi amiga quien lo es tan solo de palabra.
ISMENE
No, hermana, no me niegues el honor de morir contigo y el de haberte ayudado a cumplir los ritos debidos al muerto .
ANTÍGONA,
No quiero que mueras tú conmigo ni que hagas tuyo algo en lo que no tuviste parte: bastará con mi muerte.
ISMENE
¿Y cómo podré vivir, si tú me dejas?
ANTÍGONA.
Pregúntale a Creonte, ya que tanto te preocupas por él.
ISMENE
¿Por qué me hieres así, sin sacar con ello nada?
ANTÍGONA.
Aunque me ría de ti, en realidad te compadezco.
ISMENE
Y yo, ahora, ¿en qué otra cosa podría serte útil?
ANTÍGONA.
Sálvate: yo no he de envidiarte si te salvas.
ISMENE
¡Ay de mí, desgraciada, y no poder acompañarte en tu destino!
ANTÍGONA.
Tú escogiste vivir, y yo la muerte.
ISMENE
Pero no sin que mis palabras, al menos, te advirtieran.
ANTÍGONA.
Para unos, tú pensabas bien…, yo para otros.
ISMENE
Pero las dos ahora hemos faltado igualmente.
ANTÍGONA.
Animo, deja eso ya; a ti te toca vivir; en cuanto a mí, mi vida se acabó hace tiempo, por salir en ayuda de los muertos.
CREONTE. (Al coro.)
De estas dos muchachas, la una os digo que acaba de enloquecer y la otra que está loca desde que nació.
ISMENE
Es que la razón, señor, aunque haya dado en uno sus frutos, no se queda, no, cuando agobia la desgracia, sino que se va.
CREONTE.
La tuya, al menos, que escogiste obrar mal juntándote con malos.
ISMENE
¿Qué puede ser mi vida, ya, sin ella?
CREONTE.
No, no digas ni «ella» porque ella ya no existe.
ISMENE
Pero, ¿cómo?, ¿matarás a la novia de tu hijo?
CREONTE.
No ha de faltarle tierra que pueda cultivar.
ISMENE
Pero esto es faltar a lo acordado entre él y ella.
CREONTE.
No quiero yo malas mujeres para mis hijos.
ANTÍGONA
Ay, Hemón querido! Tu padre te falta al respeto.
CREONTE.
Demasiado molestas, tú y tus bodas.
CORO.
Así pues, ¿piensas privar de Antígona a tu hijo?
CREONTE.
Hades, él pondrá fin a estas bodas.
CORO.
Parece, pues, cosa resuelta que ella muera.
CREONTE.
Te lo parece a ti, también a mí. Y, venga ya, no más demora; llevadlas dentro, esclavos; estas mujeres conviene que estén atadas, y no que anden sueltas: huyen hasta los más valientes, cuando sien ten a la muerte rondarles por la vida.
Leer la obra completa:
https://www.marxists.org/espanol/tematica/literatura/sofocles/antigona.htm
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