Indice – Esclavitud en la España del siglo XXI
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[1] Travesía de dolor: Mujeres marroquíes denuncian abusos laborales y sexuales en España
Llegaron legalmente a trabajar en el campo, pero encontraron abusos y desamparo de parte de las autoridades. Ahora, RT divulga sus clamores por justicia.
https://actualidad.rt.com/actualidad/286847-travesia-dolor-mujeres-marroquies-abusos-espana
Andalucía, en el sur de España, se ha convertido en el refugio de diez mujeres marroquíes que llegaron legalmente el pasado mes de abril bajo la promesa de trabajo digno. En su lugar, según relatan a RT, se encontraron con una pesadilla.
«Yo denuncio que he venido a trabajar y no me han pagado. Nada de nada«, asevera una de las jóvenes que viajaron a la nación europea esperando recibir 40 euros al día por trabajar los campos de fresa de la provincia de Huelva, para luego volver con dinero a Marruecos. «Yo he venido a denunciar a mi jefe, que abusó sexualmente de mí«, afirma otra de ellas.
Andalucía, en el sur de España, se ha convertido en el refugio de diez mujeres marroquíes que llegaron legalmente el pasado mes de abril bajo la promesa de trabajo digno. En su lugar, según relatan a RT, se encontraron con una pesadilla.
«Yo denuncio que he venido a trabajar y no me han pagado. Nada de nada«, asevera una de las jóvenes que viajaron a la nación europea esperando recibir 40 euros al día por trabajar los campos de fresa de la provincia de Huelva, para luego volver con dinero a Marruecos. «Yo he venido a denunciar a mi jefe, que abusó sexualmente de mí«, afirma otra de ellas.
[1] Travesía de dolor: Mujeres marroquíes denuncian abusos laborales y sexuales en España
[2] Clase, trabajo de las mujeres y feminismo, por Alba González Sanz
[3] Cuando África diga su palabra, por JOSÉ ANTONIO PÉREZ TAPIAS
[4] La inmigración, un problema y una oportunidad, por Arsenio Escolar
[5] Unos 800 neonazis se lanzan a «la caza del extranjero» en Chemnitz tras la muerte de un ciudadano alemán, por EFE
[6] El precio de la fruta se hunde en el campo y se dispara en el supermercado, por EDUARDO BAYONA
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[2] Clase, trabajo de las mujeres y feminismo
Por Alba González Sanz
La denuncia de las temporeras de la fresa de Huelva es una ocasión excepcional para revisar la relación entre discursos reivindicativos, identidad y trabajo.
Una de las preguntas que tuve que afrontar durante mi investigación de tesis doctoral era a quién se dirigían las autoras feministas que estudiaba: ¿a las mujeres, a los hombres, a su propia clase social, a otra? Más importante que detectar el porqué de un receptor concreto era saber de quién y por quiénes hablaban. ¿Qué significaba la palabra “mujer” en cada texto? ¿Valía para todas las mujeres lo que se analizaba o reivindicaba? El sesgo y los límites de mi trabajo reposaban en ambas preguntas. La mayor parte de escritoras que abordé procedían de la clase media, lo que en España, y en definición de Emilia Pardo Bazán, implica a un colectivo que no es aristocracia pero tampoco es pueblo. Materialmente, su precariedad las aproximaba al segundo pero sus aspiraciones vitales miraban a la primera. En ese conflicto entre realidad y deseo se explica la historia económica y emocional de un país, todavía hoy monárquico, plagado de esnobismos cotidianos y de elecciones de voto conservadoras en personas con escasos mil euros de salario.
[3] Cuando África diga su palabra
Dar voz para hallar respuestas dignas a la cuestión migratoria también es vía para rescatar la esperanza y resituar al continente
[4] La inmigración, un problema y una oportunidad
Por Arsenio Escolar
Mientras el debate político se centra solo en la inmigración ilegal, organismos poco sospechosos de veleidades izquierdistas recomiendan a España que acoja a 5,5 millones de extranjeros hasta el año 2050 para garantizar el sistema de pensiones.
El Gobierno de Pedro Sánchez se apuntaba en junio un tanto ante la mayor parte de la opinión pública española –por lo general, mucho más solidaria y comprensiva con la inmigración que muchos de sus representantes políticos – y ante las propias instituciones comunitarias al ofrecer el puerto de Valencia para el Aquarius desembarcara a los 629 inmigrantes que habían quedado a la deriva en el Mediterráneo ante la pasividad de otros países vecinos. Pero pocas semanas después, ese mismo Gobierno de Sánchez se echaba una mancha en su reputación y se creaba tensiones con su socio parlamentario, Unidos Podemos, con la devolución en caliente a Marruecos de 116 migrantes que habían saltado la valla en Ceuta. El método era prácticamente el mismo que el PSOE le criticaba al PP cuando aquel estaba en la oposición y este en el Gobierno.
En el otro lado del arco político, PP y Ciudadanos se cargaban de razón cuando señalaban las contradicciones y volantazos sobre inmigración del Gobierno y del PSOE y la perdían cuando competían entre sí al echar gasolina al incendio difundiendo bulos, exagerando datos o poniendo en boca del rival frases que nunca dijo. «No es posible que haya papeles para todos, ni es sostenible un estado de bienestar que pueda absorber a los millones de africanos que quieren venir a Europa y tenemos que decirlo, aunque sea políticamente incorrecto», publicaba en su cuenta de Twitter el 27 de julio Pablo Casado, recién elegido presidente del PP. ¿»Papeles para todos»? ¿»Millones» de africanos? A esas alturas del año habían llegado desde África a las costas o a las fronteras españolas unos 24.000 inmigrantes, y la mayoría de ellos siguen hoy sin papeles.
Mientras Gobierno y oposición convierten la inmigración en un campo de batalla política –al igual que ocurre, por desgracia, en muchos otros países de la UE, especialmente desde el auge o la llegada al poder de partidos racistas y xenófobos –, un organismo internacional tan poco sospechoso de veleidades de izquierda como es el FMI propone a España que acoja 5,5 millones de personas extranjeras hasta el año 2050 para hacer sostenible nuestro sistema público de pensiones. En conclusión: además de por solidaridad y por memoria –históricamente, hemos sido muchas más veces exportadores de población que importadores, más un país de emigrantes que de inmigrantes –, deberíamos facilitar e incluso fomentar la inmigración también por razones económicas. Una inmigración ordenada y midiendo muy bien antes su impacto en el mercado laboral español y en el conjunto de nuestra sociedad, por supuesto. Una inmigración planificada y pactada con nuestros socios en la UE, por supuesto. Pero una inmigración cuantiosa, no testimonial, y argumentada tanto por razones de conciencia como por razones de cartera. Por principios y por responsabilidad internacional y también por interés propio, por puro egoísmo.
«Los extranjeros son más una oportunidad que una amenaza», explicaba a primeros de agosto en una comparecencia pública el secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado. «Su llegada debe verse como una oportunidad de reponer la pirámide demográfica». Granado sabe de lo que habla. Aunque ahora lleva pocas semanas en el cargo, ya lo desempeño durante casi ocho años en una etapa anterior, desde abril de 2004 a diciembre de 2011, en todos los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. «El incremento de sus cotizaciones [las de los inmigrantes de los años anteriores a la crisis, cuando la población extranjera residente en España pasó en una década de menos de un millón de personas a 5,7 millones] fue lo que permitió el incremento de aportaciones al Fondo de Reserva», añadía Granado. Es decir, que gracias entre otros factores a la ola inmigratoria de la década pasada la hucha de las pensiones que Zapatero dejó en herencia a Rajoy tenía dentro 66.815 millones de euros.
Más que la inmigración, la desequilibrada pirámide de población, el conjunto de la demografía, es uno de nuestros grandes problemas nacionales. Somos una sociedad envejecida y salvo milagro, y en este asunto el único milagro posible es el de una nueva ola inmigratoria, lo seremos mucho más en pocos años, lo que pone en peligro no solo nuestro sistema de pensiones, sino toda la arquitectura del Estado del bienestar y nuestro modelo de vida.
La demografía es, en esencia, la interacción y suma o resta de tres factores: la natalidad, la mortalidad y las migraciones. En menos de medio siglo, nuestra natalidad se ha derrumbado: hemos pasado de estar en el entorno de los 700.000 nacimientos al año a poco más de 400.000 y de una tasa de fecundidad cercana a los 3 hijos por mujer en edad fértil a 1,33, una de las tasas más bajas del mundo. Más datos: en España, ya empieza a haber cada año menos nacimientos que defunciones, y al mismo tiempo nuestra esperanza de vida sigue creciendo. Otro dato más: hace poco más de diez años, en la Seguridad Social había 2,71 afiliados que aportaban a la caja por cada pensionista que cobraba de ella, y ahora solo tenemos 2,23. Y el remate: la despoblación de una gran parte de nuestro territorio. En el 53% de nuestra superficie solo vive el 15,8% del total de la población.
Las migraciones, que a comienzos del siglo paliaron en parte los desequilibrios de la natalidad y de la mortalidad –y nutrieron, según Granado, la hucha de las pensiones –, ahora son un nuevo factor de incertidumbre. Más datos. En 2010, residían en España 5.747.734 extranjeros, y 1,57 millones de españoles residían en el extranjero. En 2017, el número de extranjeros en España había bajado a 4.549.858 y el de españoles residentes en el extranjero había subido a 2,40 millones, muchos de ellos por la diáspora económica de jóvenes compatriotas que durante la crisis tuvieron que salir a buscarse la vida fuera.
No sólo estamos perdiendo población en términos absolutos sino que nos estamos convirtiendo de nuevo en un país exportador de población, y esa es una de las peores exportaciones posibles pues supone la pérdida de uno de los capitales más valiosos, el capital humano, y de una de las principales fuentes de financiación de nuestro Estado del bienestar. Y mientras de todo esto se debate poco o nada, parte de la clase política, de nuestros representantes, siguen pasando los veranos, los otoños, los inviernos y las primaveras hablando de la inmigración ilegal. Un problema, sí. Incluso un problema de orden público y de seguridad. Pero gestionado de otra manera, también una oportunidad, una solución a un problema mucho mayor: el de nuestra crisis demográfica.
[5] Unos 800 neonazis se lanzan a «la caza del extranjero» en Chemnitz tras la muerte de un ciudadano alemán
Por EFE
Este domingo, unos 800 neonazis se lanzaron a la «caza del extranjero» por las calles de Chemnitz en señal de protesta por la muerte de un ciudadano alemán en una pelea con inmigrantes
El Gobierno de la canciller Angela Merkel ha calificado la situación de «intolerable incitación xenófoba», alimentada por la campaña de desinformación del AfD
La muerte de un hombre tras una pelea en una fiesta popular en el este de Alemania ha desatado lo que el Gobierno de la canciller Angela Merkel ha llegado a calificar este lunes de «intolerable incitación xenófoba», alimentada por la crispación ante ese crimen y una campaña de desinformación ultraderechista en las redes sociales.
Este domingo, unos 800 neonazis se lanzaron a la «caza del extranjero» por las calles de la ciudad de Chemnitz en señal de protesta por la muerte de un ciudadano alemán de 35 años -un carpintero de origen cubano, según informaciones del semanario «Der Spiegel- que en la mañana del domingo se vio inmerso en lo que fuentes policiales tildaron de «pelea verbal» en las fiestas de la ciudad.
La situación creada refleja una «nueva dimensión de la disposición a la violencia», acrecentada por la «difusión de mentiras», ha explicado el ministro del Interior del «Land» de Sajonia, Roland Wöller, a raíz de lo ocurrido en Chemnitz este domingo.
En la disputa se vieron involucradas varias personas más, de diversas procedencias y nacionalidades, entre ellos un sirio y un iraquí, de 23 y 22 años respectivamente, detenidos este lunes como presuntos autores materiales de la muerte a cuchilladas del hombre y a los que se imputa homicidio.
Lo que siguió a continuación, según ha contado la portavoz policial, Sonja Penzel, fue una convocatoria a través de las redes sociales entre los hooligans y neonazis de la ciudad a concentrarse en un punto determinado para mostrar «a los extranjeros quién manda aquí».
Entre los 800 ultraderechistas concentrados había un grupo de unos 50 neonazis identificados por las fuerzas policiales como «violentos», ha indicado Penzel, que «comandaron» al resto, mientras se ignoraba las órdenes de dispersarse de las fuerzas policiales desplegadas por el centro de Chemnitz.
Se tiene constancia de tres agresiones o situaciones de acoso contra extranjeros -un afgano, un sirio y un búlgaro- en puntos distintos de la ciudad y en los tres casos contra personas que se encontraron de forma casual con los radicales.
El Gobierno pide «moderación» y «prudencia»
Tanto la portavoz como el titular de Interior del «Land» apelaron a la colaboración ciudadana para localizar a los responsables de estas u otras posibles agresiones, al tiempo que pedían «moderación» y «prudencia» ante las nuevas convocatorias realizadas en relación a lo ocurrido.
La Policía local reforzó sus dispositivos ante dos concentraciones de signo distinto junto a la estatua de Karl Marx -símbolo de Chemnitz, que en tiempos de la Alemania comunista se llamó Karl-Marx Stadt-, una en contra de la xenofobia y otra de signo neonazi, convocadas a través de las redes.
El portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, ha condenado por su parte cualquier tipo de «acoso» contra extranjeros y ha declarado que en Alemania no hay espacio para tomarse la justicia por su mano, para grupos que quieren propagar el odio en las calles, para la intolerancia y para el extremismo».
«Lo que sabemos es que en Chemnitz una persona fue asesinada y eso es terrible», ha señalado el portavoz, al tiempo que ha subrayado que corresponde a la Policía esclarecer lo ocurrido, como corresponde a un Estado de derecho cuando tiene lugar un delito.
El diputado de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) Markus Frohnmaier había llamado abiertamente a los ciudadanos el domingo a través de su cuenta de Twitter a tomarse la justicia por su mano.
Chemnitz, como el resto de Sajonia y el conjunto del este de Alemania, es zona de fuerte implantación para esa formación, que en las elecciones generales del año pasado se alzó en esa parte del país con un 22%, casi diez puntos por encima de la media nacional (12,6 %).
En la capital del «Land» se originó, en 2014, el movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida), con fuerte vínculos con AfD, a pesar de no tener una estructura común.
Los disturbios de Chemnitz siguen al escándalo desatado la semana pasada, a raíz de una protesta convocada por Pegida en contra de la presencia ese día en Dresde de la canciller Merkel.
Un manifestante increpó y trató de impedir ser grabado por un equipo de la televisión pública ZDF, que acabó retenido durante 45 minutos por la policía, lo que causó una ola de indignación entre los medios de comunicación y la clase política por la presunta connivencia de esos agentes con el simpatizante de Pegida.
Posteriormente salió a relucir, además, que el manifestante trabaja en el departamento de Investigaciones de lo Criminal del «Land», lo que aumentó el estupor por lo ocurrido. La propia Merkel salió en defensa de la libertad de prensa y recordó ahí que todo aquel que acude a una manifestación tiene que contar con que puede ser filmado.
[6] El precio de la fruta se hunde en el campo y se dispara en el supermercado
Por EDUARDO BAYONA
Los agricultores denuncian que apenas cubren los costes de producción mientras el melón llega a encarecerse diez veces, la ciruela y la cereza más de seis y la sandía y el melocotón se quintuplican.
El precio de la fruta se está hundiendo en el campo, donde los productores apenas cubren los costes pese a tratarse de un año en el que la meteorología ha hundido un 20% la producción, mientras sigue subiendo en los supermercados hasta convertirse, con un encarecimiento del 13% interanual en julio, en uno de los principales factores del aumento de la inflación.
Y no es la primera vez que ocurre. “Llevamos años denunciándolo”, explica Vicente López, responsable del sector de la fruta en la organización agraria Uaga, integrada en COAG, que critica la ineficacia de la normativa sobre márgenes comerciales. “No sirve para nada. Hay una ley, pero en ella no están todos los actores de la cadena de producción y distribución de alimentos”, anota.
López señala a las grandes cadenas de distribución de alimentos como los responsables de la situación. “Ocho de cada diez kilos de fruta que se consumen en Europa los venden las cadenas de supermercados, que no tienen problemas para ponerse de acuerdo y fijar los precios”, señala.
Según indica el último IPOD (Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos), el precio del melón está cerca de multiplicarse por diez entre el campo y la estantería del súper, trayecto en el que pasa de 18 céntimos el kilo a 1,77 euros, mientras el de la ciruela se encarece más de siete veces (de 0,40 euros a 3,06), los de la cereza y el albaricoque lo hacen más de seis (de 0,81 y 0,45 a 5,12 y 2,91) y se quintuplican con creces los del melocotón (0,52 a 2,62), la sandía (0,23 a 1,31) y la nectarina (0,51 a 2,76).
Eso ocurre cuando, debido al desplome de la producción, la fruta está saliendo rápidamente al mercado y no hay stocks de reserva, aunque “esto no se refleja en unos mejores precios para el agricultor ni en más bajos para el consumidor, ya que la gran distribución está haciendo un cuello de botella”, sostiene Uaga.
Más barato en el campo, mismo margen en la tienda
La comparativa con el año pasado revela que el agricultor cobra el melón a poco más de la mitad mientras el consumidor lo paga unos céntimos más caro, con lo que el margen comercial prácticamente se ha duplicado, y cómo en productos como la ciruela y el melocotón ha bajado el precio en el campo mientras sube en el supermercado. La cereza, la nectarina y la sandía se han depreciado en ambos extremos de la cadena de distribución, aunque manteniendo el margen final.
Esta situación no se da únicamente con la fruta. En el caso de la verdura llaman la atención los encarecimientos de productos como el brócoli, que llega a multiplicarse por doce (de 0,23 a 2,78); el pepino, que lo hace por más de diez (de 0,14 a 1,49), y el calabacín, que cuesta nueve veces más en la tienda que en el campo (de 0,16 a 1,44).
Según el IPOD, los precios de los productos agrícolas llegan a encarecerse más de cinco veces entre la recolección y la venta al público mientras los ganaderos se triplican con creces, especialmente por el tirón del porcino, cuya carne, pese a la sobreproducción que soporta el país, llega a cuadruplicar la tasación.
“no se tiene en cuenta la oferta”
Otra organización agraria, la Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos, pidió hace unos días al Ministerio de Agricultura medidas para equilibrar el mercado y evitar esas diferencias entre el precio que se paga por la fruta en origen y el que se cobra en la venta al público.
«Este problema se está dando en toda Europa»
En zonas como el valle del Jerte, en Extremadura, cuya estructura económica se basa en la producción de cereza, los agricultores apenas han podido cubrir esta campaña la mitad de los costes como consecuencia de los bajos precios.
“Este problema se está dando en toda Europa”, explica López, ya que “el mercado de la fruta es muy global”. “Hay un problema de equilibrio entre la oferta y la demanda porque la primera no se tiene en cuenta”, añade, “y eso hace que buena parte de los agricultores solo consigan cubrir los costes de producción, y muchas veces ni eso”.
Un producto que se encarece cuando más hay
Ese desequilibrio entre los precios en origen y en destino, por otro lado, se repite año tras año en verano, que es la época, al mismo tiempo, de mayor demanda y producción de fruta. En 2018 llega cuando el sector arrastra los perjuicios de los cuatro años de veto a sus productos en Rusia, como represalia por las sanciones económicas que la UE le impuso por su injerencia en Crimea y sus tensiones territoriales con Ucrania.
En esos cuatro años y medio, y mientras la UE intervenía cientos de miles de toneladas para destinarlas a acciones sociales con el fin de paliar el derrumbe de los precios, los precios de venta al público de la fruta fresca han registrado un aumento de más de 22 puntos, según el INE (Instituto Nacional de Estadística).
Las principales subidas, como ocurrió en 2015 (14%), 2016 (19,5%) y 2018 (17,5%), coinciden con los meses de primavera (a partir de abril) y el inicio del verano, cuando mayores son tanto la oferta como la demanda. La excepción se dio el año pasado, con un encarecimiento de quince puntos entre agosto y octubre.
Con todo, López sostiene que “hay una especie de psicosis por parte del consumidor, que considera que la fruta está cara cuando comerla es más barato aquí que en Europa”.
“Si el INE marca hasta un 13% de subida en el IPC de la fruta, el agricultor está percibiendo unos precios que apenas cubren los costes de producción, mientras el consumidor está pagando un 13% más que el año pasado: ¿Quién se queda la diferencia? ¿Quién marca los precios? ¿Quién manda en el mercado?”, plantea el sindicato.
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